En una sociedad de la información y la comunicación, donde se han incorporado las Nuevas Tecnologías, la práctica totalidad de los campos profesionales se ha visto afectada y ello ha motivado un cambio sustancial en el modo de ejercer sus funciones específicas. Esta situación implica la adaptación a esta nueva demanda asumiendo nuevos roles para el desempeño profesional.
En el caso concreto de la educación, a lo largo de estos últimos años se habla mucho del nuevo perfil del docente como consecuencia de la integración de las Nuevas Tecnologías en el ámbito educativo.
Se pretende dar una visión del papel que ha de desempeñar el docente ante la nueva sociedad de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), así como un análisis de la necesidad de un cambio en su formación como profesional de la docencia.
A efectos de análisis con una perspectiva de relación con el aprendizaje, la situación actual se caracterizaría por una influencia predominante de los medios de comunicación de masas, especialmente de la televisión, sin que se pueda hablar aún de un impacto generalizado de los medios informáticos o el multimedia.
Por supuesto si el análisis se hiciera desde una perspectiva diferente, habría que valorar como "pasado" el dominio de esas nuevas tecnologías, de la misma forma que si el análisis educativo se centra en qué nuevos conocimientos hay que introducir en el currículo escolar, habrá de dársele también un cierto relieve.
Pero la referencia al predominio de los medios ya convencionales se puede justificar en el sentido de que por su alcance social y porque forman parte de la vida de los individuos desde el momento en que nacen, se convierten en una variable condicionante de los procesos de aprendizaje.
El niño o la niña que empiezan a ir a la escuela han aprendido previamente muchas cosas. Sobre todo aquellas que tienen que ver con ciertas actitudes y ciertas expectativas hacia el propio aprendizaje, pues tan cierto como que la curiosidad o la capacidad de manipulación son factores que hay que integrar en un buen diseño de situaciones educativas en los primeros años, resulta imprescindible no olvidar que, por lo general, se aprende antes a mirar la televisión que a abrocharse los zapatos o a leer.
La preocupación por la metodología, el valor de la manipulación de materiales como puente entre lo concreto y lo abstracto en la formación de conceptos, el papel mediacional de los materiales o su consideración como instrumentos psicológicos, la importancia de la conexión entre los contenidos culturales y la realidad, la contextualización del aprendizaje de algoritmos y procedimientos, los métodos naturales, el valor de la significatividad de los aprendizajes, etc., no formaron parte de las bases teóricas de la tecnología educativa.
Y este origen ha conllevado una difusión e implantación muy sesgada de la tecnología educativa, la cual se ha realizado por medio de «tecnólogos» voluntariamente en masculino; por psicólogos y psicólogas de talante asociacionista; por pedagogos y pedagogas obsesionados por la instrucción o por la concreción educativa de la teoría general de sistemas; y por profesores y profesoras más los primeros que las segundas, mayoritariamente provenientes de las llamadas áreas de ciencias, que vieron en la tecnología educativa bien una manera de hacer más efectiva y eficiente su consideración de la educación como transmisión de información, bien como una manera de innovar.